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 Er botijo.

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gerion
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MensajeTema: Er botijo.   Er botijo. I_icon_minitimeMar Oct 06, 2009 11:13 pm

Cosas para colgar.


Última edición por gerion el Mar Oct 06, 2009 11:19 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: RELATOS DE SL: EL DESENGAÑO.   Er botijo. I_icon_minitimeDom Jul 25, 2010 11:18 pm


Sentía que una garra le atenazaba el pecho y no podía hacer nada por deshacerse de ella. En su fuero interno pensaba que era absurdo, sufrir así por una persona cuya imagen ni siquiera conocía, pero desde que le dieron la noticia una honda pena le anegaba el alma. Aunque procuraba disimular tan bien como sabía, en su casa algo le notaban.
- ¿Qué te ocurre, Elisa?, estás como ausente, ¿has tenido algún problema en el trabajo?
- Que va, figuraciones tuyas, un poco cansada, eso es todo.
- Últimamente te acuestas demasiado tarde, muchas horas en el ordenador, no es bueno trabajar tanto, deberías descansar más…
Pero Elisa no trabajaba hasta tarde, sino que pasaba las horas con él –en realidad no sabía bien con quien-. Era alguien del que solo conocía su nick, su simpatía arrolladora, su buen humor y los sentimientos de los que le hablaba y que ella siempre creyó sinceros.
Recordaba emocionada la noche de su boda, todo preparado minuciosamente y con la misma ilusión que si se hubiese tratado de una boda en RL; hasta estaba nerviosa, cuidando los detalles, que no faltase la invitación a los amigos, ni el pastel ni el baile y a una hora lo suficientemente avanzada como para que en su casa todos –ajenos por completo al evento- durmiesen apaciblemente.
Fue poco después cuando ella lo supo; lo conocía tanto que en la manera de expresarse ya notó que algo no iba bien. Se le adivinaba triste y preocupado, pero se resistía a contárselo y ella tuvo que insistir mucho para lograr saber el motivo. Le confesó que estaba enfermo, mucho, y que el médico aquel día le había dado noticias nada alentadoras, le confesó cómo se había aferrado a esta segunda vida y a ella en particular para huir de su propia enfermedad, para sentirse lleno de salud y de dicha y acabó consolándola:
- Piensa que si un día falto, a ti deberé haber encontrado la felicidad en medio del dolor y además quiero que sepas que estimo más estos pocos meses de dicha contigo que toda una vida anodina sin haberte conocido.
Y de nuevo rompió a llorar ahora que nadie la veía. No hacía ni cuarenta y ocho horas que le habían dado la noticia: nunca más volvería a verlo, él había dejado de existir, nunca más se le iluminaría la cara con una amplia sonrisa al ver aparecer en el ángulo inferior izquierdo de su pantalla el mensaje: “Maknos Axon está conectado”.
Durante unas semanas no entró en Second Life , se acostaba antes de lo acostumbrado y no lograba conciliar el sueño, rememorando todo lo que habían hecho juntos, los lugares, las palabras, la casita llena de muebles que él construía y de adornos que ella buscaba con esmero para que estuviese acogedora… tantas horas juntos no se podían borrar así como así. La casa y el terreno… tengo que volver a entrar para borrarlo todo, quiero que todo desaparezca, será una manera de despedirme definitivamente –pensó- mañana volveré y todo quedará acabado.
Cerrarlo todo le llevó unos días, pensó que estaría bien poner el terreno a la venta una vez borrada la casa, de todas maneras, ¿para qué perderlo? O podría aprender a construir, para distraerse, cualquier cosa era mejor que dar vueltas sin fin en la cama hasta caer rendida por el sueño casi al amanecer.
Semanas después un amigo que lo había sido de ambos, le presentó a un newbie. Se llamaba Chess Casini y estaba tan perdido como ella cuando, hacía ya varios años, había comenzado en el juego.
- Ella es Elsi, y seguro que te ayuda, lleva años aquí, es experta, ya lo verás.
Y así, la figura de Chess, poco a poco fue borrando la sombra de su corazón y el recuerdo de Maknos. No sabía ni cómo ni por qué empezó ayudándole y acabaron yendo juntos a todas partes, ella disfrutaba deslumbrándolo con cosas nuevas, él aprendía rápido, tanto, que a veces la asombraba. Inteligente e ingenioso, y además le hacía reír. A veces tenía la impresión de que lo conocía de toda la vida, a pesar de llevar con él sólo unas semanas.
Aquella tarde Elisa entró antes de lo acostumbrado, pensaba poner a campear a su avatar, unos cuantos lindens extra para algún caprichito. Buscó en su inventario algún landmark adecuado y se decidió por uno que ya conocía de otras veces
- Hay gente para todo, -estaban diciendo- lo que aquí no ocurra… Y el muy jeta se lo pasa divinamente y no mira si hace daño, sólo juega y se divierte. Sí, se inventa papeles, me han contado y les mete unas trolas a las chicas, si creo que hasta se casó en SL… y luego tuvo que hacerse el muerto, jajaja!
Elisa, - Elsi en SL- se acercó al grupo; no los conocía mucho, pero a veces los había visto allí, campeando y sus nombres le sonaban ligeramente, con uno de ellos se habían encontrado alguna vez en una disco, cuando ella aún iba con Maknos. Sí, ellos dos habían cruzado un saludo, pero a ella no se lo había presentado. Maknos, su amado. Recordar su nombre aún le helaba el corazón.
Ninguno reparó en ella, y siguieron hablando por el chat general.
- ¡Qué bien se lo monta el tío! Me dijo que para él esto es genial para matar el aburrimiento. Sí, el último nombre que se ha puesto dice que lo eligió porque significa ajedrez, el juego que, fuera de SL, es su pasión.
Elisa dio un respingo y palideció. No era posible. Ajedrez. Chess. Una boda. Fingir su muerte. Demasiadas coincidencias. Demasiado cruel. Pero no podía ser el mismo, no podían estar hablando de su Maknos, ni de Chess.Y ahora que lo pensaba, Maknos le había hablado de la estrategia del ajedrez, de la emoción de acorralar al adversario… ¿Y por qué la iba a buscar dos veces a ella misma?¿Para hacerle el doble de daño? O era tan inconsciente que no reparaba en el dolor auténtico y verdadero que le había causado con su muerte fingida, y ¿por qué, tras desaparecer, volvía a ella?.
Se teletransportó con celeridad para huir de allí y no seguir oyendo la conversación y también para que no notasen su presencia. Necesitaba pensar. ¿Podría seguir con él y con la duda? No. Le hablaría en cuanto entrase, aunque hiciese el ridículo, de todos modos Chess había a cientos en SL, y él siempre podría negarlo… En lo más recóndito de su subsconsciente ella deseaba con vehemencia que lo negase, quería volver a ponerse la venda en los ojos y disfrutar de nuevo de sus risas y de sus palabras que la acariciaban con ternura día a día.
Pasado un rato que se le antojó eterno, apareció la concisa frase en su pantalla sobre el rectángulo azul: “ Chess Casini esta conectado”.
Le abordó valientemente, directa, sin concesiones, le explicó lo que había oído esa tarde y también la sensación de “déjà vu” que experimentaba a su lado tan a menudo, le preguntó sin ambages si era él su Maknos…
Y él no negó nada.
- ¿Por qué yo las dos veces?- preguntó anonadada, queriendo entender…
- Eras tan divertida y tan adorable, querida, que me reté a mí mismo, sólo quería saber si sería capaz de enamorarte una segunda vez, la emoción de empezar de nuevo, de conquistarte usando diferentes mañas, sin que te dieses cuenta que era la misma persona… no creas, era un reto difícil que me sedujo en cuanto se me ocurrió. Un aliciente en mi juego. ¿Para qué iba a cambiar? Tú me gustas mucho, me lo paso bien contigo, eres tan encantadora…
Elisa no respondió. Lentamente movió sus dedos hacia la crucecita blanca que cierra el programa y tras pulsarla entró en el panel de control de su ordenador, buscó en la lista de desinstalación de programas el icono de SL y lo oprimió, segura de sí misma y de que nunca más volvería a caer en aquel error, pero a la vez sintió que, muy dentro de ella, algo se había roto.
Mriose Lusch.


Última edición por Admin el Lun Ago 30, 2010 11:35 am, editado 3 veces
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MensajeTema: RELATOS DE SL: Transmutación. (V)   Er botijo. I_icon_minitimeMiér Jul 28, 2010 7:24 pm

Patricia tamborileaba nerviosamente sobre la mesa mientras decidía qué nombre escoger para el avatar que se estaba creando. Había oído hablar de Second life, pero hasta ahora nunca había tenido la suficiente curiosidad para entrar y comprobar por ella misma si era cierto todo lo que decían de él.
Patty era un nombre demasiado infantil, y aunque ella quería que le sonase familiar y no demasiado alejado del suyo propio, buscaba algo diferente, con más glamour… Tricia –pensó- me gusta, es perfecto para mi nuevo yo, y como una concesión a la originalidad, pensó escribirlo con “z”. Ahora sólo queda elegir el apellido: Davidov.
Rellenó los formularios a toda prisa y en un momento su cuenta estaba creada.
El día de su jubilación le había llegado por sorpresa; no se hacía a la idea de que el tiempo hubiese pasado tan aprisa; apenas ayer era una chiquilla llena de vida, ilusiones y futuro, y luego, los años en aquel despachito de la Biblioteca municipal donde trabajaba, habían corrido fugaces y monótonos. Sus horas entre libros en el trabajo y en casa, donde devoraba insaciable las historias y los hechos que les acontecían a otros, sumergiéndose en aquellos relatos en los que podía tomar el papel de heroína y ser una intrépida agente del FBI, o una amante voraz y apasionada o la mismísima comandante de una nave estelar, en combate contra todo y contra todos para salvar al mundo.
Apareció su avatar en la pantalla del ordenador: Trizia Davidov era una figurita menuda, de andares atolondrados y algo desorientada en un mundo desconocido, que se asombró al verse tan bien recibida y con tantos otros avatares dispuestos a ayudarla. A los pocos días ni ella podía reconocerse. Un elegante y atrevido vestido de escote de vértigo y escasa faldita flexi se ceñía a su espléndida figura como una segunda piel, una skin de suave color melocotón y una vistosa melena cobriza, enmarcaban la belleza de su rostro de angelicales rasgos.
Patricia estaba encantada con su nueva apariencia y con su nueva vida, llenaba con ella el vacío de las horas que ya no había de pasar trabajando y pronto se hizo con una pequeña y escogida lista de contactos: su simpatía y su ingenio le granjeaban la amistad de cuantos la conocían.
Al cabo de unos meses, Second Life no tenía secretos para ella: adoraba ir a las fiestas o eventos a los que la invitaban, hacía surf o escalada, había aprendido a construir, incluso hacía pequeñas incursiones en el mundo de los scripts y disfrutaba con todo ello… A veces era la madrugada y aún no se iba a dormir, de todos modos al día siguiente no había nada especial que hacer y por las mañanas todo el mundo estaba en sus quehaceres y la vida en SL resultaba más aburrida. Comenzó a dejar de salir a la calle, todo lo que necesitaba podía pedirlo por internet, le traían la comida del super una vez a la semana y solucionaba todos sus papeleos desde casa, gracias a la red.
Patricia nunca había sido coqueta, era por eso que en su pequeño piso no había lugar para espejos, sólo existía uno, de reducidas dimensiones, en el cuarto de baño, que le resultaba más que suficiente. Pero aquella mañana, amanecida bajo las punzadas de una insoportable jaqueca, ver el reflejo de su propia cara le pareció insufrible: aquella cara ajada de tez cetrina no era la suya. En la suya había una belleza radiante y sin edad, enmarcada por un bonito cabello cobrizo. ¿Dónde estaban aquellos ojos chispeantes, azules como el mar, los perfilados labios carnosos y de suave apariencia con los que se veía a sí misma en su pantalla? Rota de dolor y de rabia lanzó el bote de cristal que contenía sus píldoras para el dolor de cabeza contra la pulida superficie, haciendo que ésta se rajase con estrépito y le devolviese su patética imagen multiplicada. Luego, con sus tristes y cansados ojos anegados en llanto y una sombra de aguda depresión sobre el alma, recogió los trozos y los tiró a la basura. Nunca volvió a comprar otro.
Trizia Davidov era feliz. Popular, encantadora y deseable, se sentía querida y valiosa. Pero para Patricia toda su vida era su segunda vida, la primera, había dejado de existir por completo. No se preocupaba de sí misma, comía cualquier cosa que se preparase en poco tiempo, dormía apenas unas horas. Sus jaquecas eran cada vez más frecuentes, había ganado peso a causa de la casi total inmovilidad y su aspecto general era lamentable. Pero Trizia estaba cada día más bella, más esplendorosa, absolutamente cautivadora.
Aquella mañana el teléfono sonó temprano. Patricia, malhumorada y medio dormida descolgó el auricular, maldiciendo en voz baja al causante de tal molestia. Al otro lado del hilo sonó la voz de su prima Adelaida.
-Patricia, tienes que venir, tía Carlota está muy enferma, se nos va...
-Pero es que hoy no voy a poder, estoy bastante ocupada…
-Patri, por favor, ya sabes lo que te quiere, mañana quizás sea tarde…
-De acuerdo, voy para allá.
Atropelladamente Patricia saltó de la cama y buscó algo que ponerse para salir a la calle. Se daba cuenta de que hacía meses que no había necesitado hacerlo y cuando intentó vestirse notó con desagrado que su ropa ya no le venía, rebuscó hasta encontrar un vestido muy holgado, que ahora le apretaba por todas partes, pero que al menos podía cerrar, se calzó unos mocasines tan cómodos como viejos y tras pasar apresuradamente un peine por su cabello se precipitó escaleras abajo.
Cruzó la calle entre distraída y atolondrada, la gente que iba y venía con prisas, el ruido de los coches, todo le resultaba absolutamente molesto, cuando, de pronto la vio. Vio su propia imagen reflejada en las vitrinas de unos escaparates forrados de espejos. Se sobresaltó y tardó unos segundos en comprender quien era aquella mujer desgarbada, cuyo pelo, lacio y canoso, caía desaseado sobre sus hombros sin la más mínima gracia, y cuyo cuerpo voluminoso estaba embutido en un horrible vestido pasado de moda. No, no era ella, ella no era así -se repitió-, mientras se daba la vuelta para huir de sí misma, trastornada, irreflexiva e imprudente, precipitándose hacia la calzada, donde el tráfico era muy denso a aquella hora del medio día. Imposible esquivarla, el golpe resonó con fuerza en medio del bullicio reinante, los coches se fueron deteniendo, en breve se oyó la sirena de la ambulancia…
Patricia no sentía dolor, no oía la algarabía, se sentía ligera y liviana, parecía que veía la escena desde un punto lejano, ajena, a salvo. Vio cómo levantaban el cuerpo caído en mitad de la calle, un cuerpo que reconoció como suyo; reparó en que se le había caído un zapato, un precioso Stiletto de tacón de aguja, y los camilleros no se dieron cuenta de recogerlo. El precioso vestido azul de Armidi, que tanto le gustaba, porque era del mismo color de sus ojos, tenía la falda hecha jirones y manchada de sangre. La estaban depositando con cuidado en la camilla y sobre el blanco de la sábana su espléndida melena cobriza realzaba aún más los bellos rasgos de su cara, ahora de una palidez mortal. Patricia se sintió liberada y feliz y emprendió el camino hacia la luz.


Mriose Lusch.

LA METAMORFOSIS.

…La luz blanca atraía a Patricia, sentía una imperiosa necesidad de aproximación, así que emprendió un etéreo vuelo hacia ella. Pronto dejo de ver todo lo que antes ocupaba su percepción, su cuerpo exánime en la camilla, la ambulancia, la multitud de curiosos que formaban corrillo haciendo mil y una conjeturas sobre el accidente. Todo ello fue empequeñeciéndose, hasta desaparecer por completo en una brumosa lejanía, una especie de pasillo, circular parecía, le marcaba el camino, no podía desviarse de ese irregular sendero, marcado por esa especie de cilindro de brillantes colores, ondulante, sinuoso, siempre en movimiento oscilante.
Se notaba cada vez más ligera, ya estaba acostumbrándose a su nuevo estado, se “miraba” y no se veía, era como una especie de pensamiento flotante, inmaterial, camino de la eternidad.
Al fin desembocó en espacio abierto, era enorme, entonces pudo percibir como sufría una especie de metamorfosis, por lo pronto ya no flotaba, se sostenía en el aire gracias a unas hermosas alas, que le habían brotado de un cuerpo en el cual se había alojado su ser, que anteriormente flotaba libre.
Miró la inmensidad que le rodeaba, era, indudablemente, un lugar extraño, una multitud de objetos de desconocida procedencia y funciones que ignoraba, estaban situados en todo lo abarcaba su visión. Pero sobre todo allí estaba la maravillosa luz que le había atraído después de su fallecimiento, esa luminosidad que le hizo de flotar a través de ese misterioso pasillo.
Su visión se concentró en el, poco a poco todo fue perdiendo importancia, lo único que le urgía, de manera imperiosa, era él le llegar hacia el objetivo marcado en sus genes mentales desde su nacimiento, esa esplendida luz blanca. Desplego sus alas y con un grácil vuelo se dirigió hacia el objetivo final de su existencia, a conseguir el cielo, a formar comunión con todos los seres, que como ella, tenían el privilegio de compartir la eternidad con el supremo creador.
Ya estaba llegando, entonces notó como, al entrar en contacto con ella, su cuerpo, recién adquirido, se disgregaba, la brillante luz la sumergió en una calor intensa, una especie de explosión y después la nada mas absoluta la envolvió.

En una dimensión paralela a esta, en la que habitaban unos seres de apariencia extraña para nosotros, uno de ellos, Juan, se encontraba cómodamente tumbado al fresco en su terracita, disfrutando de la noche, medio dormido. Un pequeño estallido le sacó de sus ensoñaciones, vaya -pensó- esta vez había atrapado la trampa luminosa un asqueroso bicho de esos del verano, pero este tenía que ser más gordo que los demás, se enfrascó de nuevo en la lectura, y al poco sus ojos se entrecerraron de nuevo sumergiéndose en un placentero duermevela.


Gerion Ferraris.

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